TODO TIPO DE PIELES
Érase una vez
hace muchos años, en el lejano oriente, dos jóvenes reyes llamados Alfonso e
Isabel.
Esta pareja
tenía un solo deseo, tener un precioso hijo. Al cabo de un tiempo, Isabel le
anunció a su marido la gran noticia de que estaban esperando una niña, a la que
dio a luz meses después.
Al nacer su
hija, a la que llamaron Catalina, la reina cayó muy enferma. Alfonso muy
apenado no se separaba de ella ni un segundo, atendía todas sus necesidades y
la cuidaba como si de su propia vida se tratara.
Un día,
Isabel, al ver que estaba tan grave, le dijo a su marido que cuidara muy bien
de su hija y le pidió dos cosas; la primera, debía entregarle a su pequeña su anillo
de bodas, una cadena con dos colgantes y otra de una virgen que sacó de una
pequeña arquita. El segundo favor que la joven reina suplicó a su esposo fue
que, cuando su hija creciera, debería procurar que se enamorara y casara con
alguien que la amara, cuidara y respetara y que nunca la obligara a hacer algo en
contra de su voluntad.
Poco tiempo
después, la reina falleció y él estaba tan triste que no quería salir de su
habitación, ni comer, ni estar tan siquiera con su preciosa hija. Sus
consejeros le animaban para que conociera a otras gentes, cumpliera con las
obligaciones propias de un rey y sobre todo cuidara de Catalina, ya que era la
única persona capaz de sacarle una sonrisa.
Pasaron los
meses y Alfonso, aún dolido, fue a ver a
la niña a sus aposentos, ya que había prometido a su difunta esposa que
cuidaría de ella. El rey continuó viéndola a diario y esto animó a uno y a
otra; él comenzaba a disfrutar de la ilusión que hacía tiempo había perdido y
en ella iba surgiendo un sentimiento que nunca antes había tenido.
La princesa
fue creciendo y la relación con su padre
era ya muy especial, hasta que un buen día, cuando el rey miraba distraído por uno
de los ventanales de la torre, vio a lo lejos una silueta que se alejaba caminando
por entre los pasajes del jardín. En ese momento, le vino a la cabeza la imagen
del rostro de su esposa y se dio cuenta de que, al compararla con la de su
hija, eran prácticamente idénticas.
Una lágrima
recorrió su mejilla. Fue entonces cuando descubrió que su pequeña Catalina se
estaba haciendo mayor y había llegado el momento de entregarle los obsequios
que la reina Isabel le dio en su día.
Lo haría al
día siguiente, coincidiendo con su cumpleaños. Alfonso hizo llamar a su hija para
que fuera a hablar con él de inmediato. Se sentó con ella al lado de la
chimenea y buscando entre sus ropajes, sacó una pequeña caja que abrió
mostrándole lo que contenía dentro, el anillo y los dos colgantes de oro.
Fue
transcurriendo el tiempo y el rey observaba que Catalina no encontraba el amor,
por lo que no podría cumplir el segundo deseo de su esposa. No soportaba la
idea de que su pequeña e indefensa hija encontrara un hombre que a él no le
agradara.
Al ver que la
princesa no estaba interesada en buscar pareja, Alfonso mandó a sus consejeros
ir en busca de un buen príncipe, apuesto e inteligente, que fuera capaz de
llevar las riendas de su reino cuando él ya no pudiera.
Al poco
tiempo, los ayudantes del rey convocaron una cita con cinco príncipes, a la que
debería asistir también la princesa Catalina, aunque aún no tuviera la intención
de buscar el amor, ya que prefería disfrutar de la vida.
Fueron
pasando por la sala de uno en uno, y como era de esperar, a la hija del rey no
le gustaba ninguno de ellos, sin embargo a Alfonso sí. El desesperado padre se
fijó en uno de los príncipes que a allí acudieron, un hombre alto y delgado con
mucho dinero que prometía querer y cuidar a su hija. Se llamaba Rodrigo.
Al despedirse
de ellos, se reunió con la princesa para aconsejarle sobre lo que había
pensado, pero ella se negó. El rey se enfadó tanto por su impertinencia que
obligó a su hija a casarse con Rodrigo y debiendo hacerlo lo antes posible. Sin
duda parecía que había olvidado el deseo de su mujer antes de morir.
Catalina
estuvo toda la noche pensando en lo que su padre pretendía que hiciese y se le ocurrió
una brillante idea: le pediría al rey como regalo de bodas tres vestidos que estaba
segura de que le sería imposible conseguir, de esa manera alargaría la fecha de
casamiento.
Así fue. Por la mañana fue a hablar con Alfonso y le
pidió esos tres vestidos, uno tan dorado como el sol, otro tan plateado como la
luna y el último tan brillante como las estrellas. El padre estaba un poco
enfadado porque su hija era muy caprichosa, pero al final, aceptó. Mandó a sus
consejeros que pidieran hacer esos vestidos a los sastres de palacio, por los
que pidieron una enorme cantidad de dinero, pero aun así haría lo que fuera por
ella.
Pasados los
tres meses, los vestidos estaban ya terminados y la princesa se quedó
desarmada, ya que pensaba que tardarían mucho más tiempo en hacerlos.
Catalina no
sabía qué hacer para atrasar aún más la boda, pues no quería casarse con una
persona a la que no conocía. Entonces se le ocurrió otra cosa con la que su
padre podría obsequiarle. Le dijo que quería como último regalo un abrigo hecho
con un trozo de todos los tipos de pieles de animales que existieran en el mundo.
El rey pensó
que el deseo de su hija era una locura, ya que veía prácticamente imposible que
alguien pudiera hacerle un abrigo así, pero a pesar de esto, aceptó su
petición.
Al cabo de un
año, ya habían podido conseguir todas las pieles y pasado un mes, acabaron el
laborioso trabajo de la confección del abrigo. Alfonso se lo entregó a la
princesa, pese a que le parecía horroroso y gigante, ya que tenía una capucha
que no dejaba ver su rostro y era tan largo que cubría sus pies.
El rey no
consintió más deseos de su hija y puso fecha al enlace, se casarían el domingo
próximo.
Catalina, muy
triste por la obligación de casarse con alguien a quien no amaba, urdió un
plan. Cogió una mochila en la que metió el anillo, los colgantes de su madre y
los tres vestidos que mandó hacer, se puso el abrigo y se escapó del castillo.
Estuvo
caminando por el bosque durante mucho tiempo, escondiéndose constantemente en
todos los lugares que encontraba y consideraba seguros.
Ya llevaba
más de una semana andando, estaba muy sucia y cansada, por lo que en una de las
ocasiones se resguardó en el interior de un árbol. Estaba dormida aún cuando
por la mañana escuchó las voces de unos hombres que parecía que iban de caza,
ya que estaban acompañados de sus perros, siendo estos quienes la descubrieron.
Uno de los
hombres que allí estaba le dijo que saliera, que no se preocupara ya que no
iban a hacerle nada. Ella se imaginó que se trataría de un príncipe, porque uno
de su cuadrilla le había llamado majestad. Catalina salió de su escondite
tapándose la cara, la montaron en un caballo y la llevaron a palacio, eso sí,
siempre tapada con su capucha confeccionada con todo tipo de pieles.
Cuando
llegaron a la enorme mansión, el príncipe Carlos, pidió a las criadas que le
lavaran el cuerpo y le quitaran aquel sucio y horrible abrigo, pero ella se
opuso; solo consiguieron lavarle las manos y un poco la cara.
La princesa comenzó
a trabajar en la cocina y se hizo muy amiga del mayordomo Hans. No se quitaba
el abrigo para nada, nadie del servicio conocía su cara. Desde entonces la
empezaron a llamar Toda clase de pieles.
Fueron
pasando los meses y llegó a sus oídos que el príncipe Carlos estaba buscando
esposa. Se celebraría un baile de tres días seguidos, a los que solamente
podrían asistir las princesas y sus familiares.
Al día
siguiente llegó el gran día, el primer baile de palacio. Catalina pidió a su
amigo Hans, el mayordomo, que la dejara ir a verlo, ya que nunca había tenido
el placer de hacerlo
Él la dejó,
pero con la condición de que llegara pronto para hacerle un caldo al príncipe,
que estaría muy cansado después de la noche que le esperaba.
La princesa
fue rápidamente a su habitación, se quitó el abrigo y se puso el vestido tan
dorado como el sol, se hizo el mejor de los peinados y salió en busca de Carlos.
Consiguió
bailar con él. Al príncipe le pareció una chica muy interesante, pero no pudo
saber quién era ella.
Un poco antes
de que acabara el baile, Catalina fue a su habitación, se puso el abrigo de todo
tipo de pieles y bajó a la cocina a prepararle el caldo a su ya amado. Mientras
lo hacía, echó en ese caldo uno de los colgantes que tenía guardados, le llevó la
cena y mientras se la tomaba, el príncipe, lo obser vio que en el fondo de su
cuenco había algo metálico. Lo observó atentamente, cogió y lo guardó en un
cajón.
Al día
siguiente era el segundo baile. La princesa hizo lo mismo, pero esta vez se
puso el vestido tan plateado como la luna y bailó mucho más tiempo con Carlos.
Al hacerle la
cena, dejó caer en el cuenco el segundo colgante que tenía en su cadena de oro,
el príncipe volvió a notarlo y también lo guardó
Por fin llegó
el tercer y último baile, el decisivo. Al ser la última noche, Catalina se puso
el vestido tan brillante como las estrellas y el príncipe estaba tan prendado
de ella, que bailaron toda la noche. Carlos, antes de que la princesa
abandonara el lugar, le puso un anillo en su mano sin que se diera cuenta.
Volvió a
hacerle el caldo como las noches anteriores, y esta vez le puso el anillo.
El príncipe
le pidió que se quedara en la puerta mientras se tomaba el caldo y sacó el
anillo del cuenco. Le preguntó que si sabía de dónde procedía esa sortija y
ella, disimulando, se lo negó.
Este fue el
momento en el que Carlos la agarró de la mano y le dijo que aquel anillo era la
pareja del que ella tenía. La princesa sorprendida tiró el abrigo al suelo y
dejó ver su vestido precioso de esa noche.
Todo se
descubrió, y el príncipe pidió que se casara con él.
Desde
entonces viven felices en su gran palacio.
He modificado:
- He introducido los nombres de los personajes.
- He suprimido los detalles de la muerte de la madre.
- He cambiado el segundo deseo de la madre antes de morir.
- He introducido la obligación de su padre para casarse con un príncipe.
- He resumido los días de baile.
He mantenido:
- El deseo de los reyes de tener un hijo y que sea una hija.
- El primer deseo de la reina antes de morir (anillo y cadenas).
- Los regalos (3 vestidos y abrigo de pieles).
- La salida de la princesa del castillo por una obligación de su padre.
- Relación de la princesa con el mayordomo.
- Los 3 bailes y escenas del caldo.
- El final.
Considero que este cuento adaptado es idóneo para niños de 3º y 4º de primaria (8-9 años), ya que el vocabulario que se usa es adecuado para ellos y el tema es más fácil de comprender por niños de estas edades.
Webgrafía
- Teoría de la asignatura (bloque 2)
- http://www.ilustrados.com/tema/11909/metodologia-necesaria-para-adaptacion-cuentos-ninos.html
- http://cuentosyleyendasdelmonopepe.blogspot.com.es/2011/05/como-adaptar-los-cuentos-folcloricos.html
-http://es.slideshare.net/Hainoo/todo-lo-que-debes-saber-sobre-literatura-infantil